Con
mucha frecuencia el niño portador de alguna deficiencia, física, mental o sensorial,
por sus propias limitaciones motoras y/o sociales, agravadas por un trato
paternalista que no valora sus potencialidades, crece con una interacción
restringida con el medio y la realidad que existe a su alrededor. Muchas veces,
si no ha sido debidamente estimulado, ese individuo asume posiciones de
pasividad frente a la realidad y en la solución de sus propios problemas
diarios. Ha sido acondicionado a que otros resuelvan sus problemas y hasta
piensen por él.
Como hace notar Valente (1991): "Los niños con deficiencia
(física, auditiva, visual o mental) tienen dificultades que limitan su capacidad
de interinar con el mundo. Estas dificultades pueden impedir que estos niños
desarrollen habilidades que forman la base de su proceso de aprendizaje.
"Y cuando estos niños con necesidades educacionales especiales ingresan en
un sistema educativo tradicional, en una escuela tradicional, sea especial o
regular, frecuentemente vivencia interacciones que refuerzan una postura de
pasividad ante su realidad. Frecuentemente son sometidas a un paradigma
educacional en el cual ellos.
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